Los programas de prosecución de estudios —aquellos que permiten a profesionales de otras disciplinas formarse como docentes— han mostrado consistentemente buenos resultados. La evidencia nacional demuestra que los estudiantes de estos programas tienden a tener mayores tasas de retención, titulaciones más oportunas y mejores resultados en las evaluaciones diagnósticas nacionales (como la prueba END).
Además, estudios internacionales destacan que estos profesionales aportan una fuerte motivación intrínseca por la docencia, experiencia laboral previa que enriquece sus clases, y una alta capacidad de adaptación, colaboración y compromiso con el desarrollo de sus estudiantes.
En este contexto y en medio del debate por la urgente necesidad de atraer más vocaciones a las carreras de pedagogía, el Gobierno ha propuesto como parte del nuevo sistema de Financiamiento para la Educación Superior (FES) la posibilidad de que licenciados o titulados puedan estudiar pedagogía a través de programas de prosecución de estudios.
El subsecretario de Educación Superior ha insistido en que el FES contempla esta alternativa como un camino efectivo de atracción de talento. Sin embargo, el diseño actual del FES presenta serias limitaciones que debilitan esa promesa, por la baja probabilidad de que universidades complejas y de alto prestigio se adscriban a este nuevo sistema de financiamiento.
La otra puerta de la pedagogía: el FES y el valor de los programas de prosecución
En este sentido, el FES, como ya muchos rectores y expertos lo han manifestado, suma más incertidumbre regulatoria, financiera y académica, lo que hace poco probable que universidades de alta calidad, con programas bien acreditados y reconocidos en pedagogía, se sumen a esta iniciativa. Esto corre el riesgo de consolidar una formación de segunda categoría con escasa capacidad de innovación o impacto en el sistema escolar.
Por ello, se hace urgente repensar el diseño del instrumento. En lugar de persistir en una implementación restrictiva del FES, una alternativa más efectiva y coherente sería relanzar la Beca Vocación de Profesor (BVP) en una versión exclusiva para programas de prosecución de estudios, que permita a licenciados y profesionales cursar pedagogía en cualquier universidad acreditada, independientemente de si está adscrita a la gratuidad o —como es de esperar que no ocurra— al FES.
Esta beca ya se basa en un criterio meritocrático, permite focalizar adecuadamente los recursos públicos en formación docente de calidad y, sobre todo, amplía de forma real y concreta las opciones para los estudiantes, habilitando el acceso a una mayor diversidad de instituciones y fortaleciendo la cobertura a nivel nacional.
Una medida estratégica
Este camino no solo resulta más efectivo, , sino también más justo. Mientras la vía regular de acceso a pedagogías ya cuenta con mecanismos de financiamiento como la gratuidad, diversas becas o el CAE, los profesionales que quieren convertirse en docentes suelen quedar en tierra de nadie, con restricciones por su título previo y sin alternativas flexibles que valoren su vocación tardía. Reimpulsar una BVP específica para ellos permitiría aprovechar el enorme potencial de miles de profesionales que hoy están disponibles para contribuir a la educación, pero no pueden hacerlo por falta de apoyo estatal.
Se trata de fortalecer una vía de acceso alternativa y complementaria, que mantenga exigencias académicas y asegure una formación pertinente y de calidad. En este sentido, potenciar los programas de prosecución financiados por la BVP es mucho más coherente y sostenible.
Hoy más que nunca, necesitamos políticas públicas que miren el problema en su complejidad, que reconozcan la diversidad de trayectorias de quienes quieren enseñar, y que promuevan condiciones reales para que más personas puedan formarse como docentes, sin depender del azar territorial ni de la decisión racional de una institución de no adscribirse a un sistema incierto como el FES.
La BVP exclusiva para prosecución no solo es una alternativa viable: es una medida estratégica para garantizar el ingreso de profesionales idóneos y comprometidos al sistema escolar. Ese es el tipo de decisiones que el país necesita con urgencia, dejando de lado la obstinación política si realmente queremos tener más y mejores docentes para el país.
Mauricio Bravo
Vicedecano Facultad Educación Universidad del Desarrollo
